Atracción vs necesidad
Por Gabriel Boragina (C)
1. definiciones
Para un mejor orden, comencemos por definir los términos objeto de nuestro tema, acudiendo al diccionario:
atracción.
(Del lat. attractĭo, -ōnis).
1. f. Acción de atraer.
2. f. Fuerza para atraer.
atraer.
(Del lat. attrahĕre)
1. tr. Dicho de un cuerpo: Acercar y retener en virtud de sus propiedades físicas a otro externo a sí mismo, o absorberlo dentro de sí. El imán atrae el hierro. Un remolino atrajo al marinero.
2. tr. Dicho de una persona o de una cosa: Hacer que acudan a sí otras cosas, animales o personas. La miel atrae las moscas. El hechicero atrajo la lluvia con una danza.
3. tr. Acarrear, ocasionar, dar lugar a algo. El cambio de Gobierno atrajo la inversión extranjera.
4. tr. Dicho de una persona o de una cosa: Ganar la voluntad, afecto, gusto o atención de otra. U. t. c. prnl. El rey se atrajo a las masas.
5. prnl. Dicho de las partículas de los cuerpos: Mantener su cohesión recíproca en virtud de sus propiedades físicas. Los átomos y las moléculas se atraen.
MORF. conjug. c. traer.
necesidad.
(Del lat. necessĭtas, -ātis).
1. f. Impulso irresistible que hace que las causas obren infaliblemente en cierto sentido.
2. f. Aquello a lo cual es imposible sustraerse, faltar o resistir.
3. f. Carencia de las cosas que son menester para la conservación de la vida.
4. f. Falta continuada de alimento que hace desfallecer.
5. f. Especial riesgo o peligro que se padece, y en que se necesita pronto auxilio.
DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA - Vigésima segunda edición-Real Academia Española © Todos los derechos reservados
En el marco de las ciencias sociales, la finalidad de esta investigación consiste en tratar de establecer la relación, interrelación, coexistencia y/o dependencia que juegan estos conceptos en ese marco.
Una diferencia importante entre la atracción y la necesidad, que no aparece del todo clara en las definiciones que hemos transcripto, pero que consideramos de suma importancia, consiste en que la atracción conlleva un sentimiento de gratificación, de satisfacción, de placer, etc. En tanto que en la necesidad ese sentimiento puede estar presente o no.
En las relaciones sociales operan ambas fuerzas (atracción y necesidad) en diferentes grados, proporciones e intensidades, variando tanto en cantidad como en calidad.
Ahora bien, la pregunta es: algunas de estas fuerzas ¿es la que determina en forma excluyente los cambios sociales y sus interrelaciones? Unos responden que la sociedad es producto de la atracción que los individuos ejercen entre sí mutuamente; otros sostienen que -por el contrario- la sociedad se mueve y se cohesiona en función de una necesidad en los términos definidos por el diccionario y que citamos arriba. Y nosotros ¿qué opinamos al respecto?
Opinamos que ambos grupos tienen parte de razón, por lo que la sociedad nace, se estructura y se correlaciona en base a la atracción y la necesidad entre sus miembros. Los grupos que ponen el acento en la atracción como fuerza excluyente del fenómeno social suelen estar hallados entre los colectivistas ; los que ponen énfasis en la necesidad se inclinan -más bien- hacia el individualismo, sin que esto implique, por supuesto, una regla general ni mucho menos, sino -solamente- la señalización de una tendencia.
En intensidad, la atracción parece ser la emoción o el sentimiento más fuerte de cohesión social entre distintos grupos. La gente -en general- siente inclinación a unirse a quienes comparten con ellas cosas en común, conformando lo que se denomina grupos por afinidad. En este sentido, puede decirse que casi todos experimentamos una atracción por lo similar a algo nuestro que encontramos en el exterior de nosotros mismos, y que -en cierto modo- nos impulsa a acercarnos hacia aquello o aquellos que nos atraen, en virtud -ya sea- de gustos en común o afinidades de otra naturaleza, con las que nos sentimos identificados. Y esta parece ser, de alguna manera, una tendencia natural, de donde puede decirse que la cohesión social encuentra su fundamento en la atracción, o -en otros términos- que dicha cohesión será tanto mayor cuanto tanto mayor sea la atracción social entre sus miembros.
Al proceder así la persona, no lo hace por razones de "solidaridad" (como habitualmente creen los colectivistas) sino por motivos netamente individualistas y no solidarios, o al menos, no preponderantemente solidarios. Esta es una diferencia importante entre el colectivismo y el individualismo[1].
Pero los individuos también se relacionan socialmente con otros por razones de necesidad, en cuyo caso la afinidad que está siempre presente en la atracción, puede perfectamente estar ausente en la necesidad. En un sentido muy lato podría decirse que alguien esta atraído por algo que necesita pero se trata de un forzamiento innecesario de los términos y los conceptos que ellos involucran. En todo caso, también es cierto que muchas cosas que necesitamos no solo no nos atraen sino que hasta muchas veces nos repugnan, de donde resulta claro que no toda necesidad es por algo que nos atraiga, siendo posible que suceda al revés.
Con todo, pueden combinarse en una misma persona o cosa, atracción y necesidad. Pongamos un par de ejemplos. Cuando compro un cepillo de dientes lo hago por necesidad y no por atracción al cepillo. Pero cuando elijo determinado cepillo y no otro, eso lo hago por atracción. Por razones diferentes (o mejor dicho por motivaciones diferentes) atracción y necesidad y viceversa confluyen en un mismo objeto. Lo mismo sucede si hablamos de las relaciones humanas, por ejemplo, cuando acepto un empleo determinado estando antes desocupado, lo hago por necesidad, y si -adicionalmente- el empleo se trata de una tarea que personalmente me agrada aparecerá en dicho momento la atracción. Estos dos ejemplos son una muestra de situaciones en las cuales la necesidad y la atracción confluyen coexisten y conviven armoniosamente. Pero podría ocurrir lo contrario si -en el primer ejemplo- el vendedor no tiene el cepillo de mi gusto o –en el segundo ejemplo- el empleo que he conseguido es sobre una tarea que me desagrada o fastidia sobremanera. No voy a renunciar al cepillo ni al empleo porque -en estos supuestos- hemos dicho que tenemos necesidad de ambos, sin embargo, al comprar un cepillo o aceptar un empleo que no me gustan no hay allí ninguna clase de atracción, lo que no quita, claro está, que por un efecto de acostumbramiento -con el tiempo- yo crea que esas cosas me gustan o que finalmente me terminen interesando.
2. Progreso, retroceso, estancamiento.
Como adelantáramos, el colectivismo centra su filosofía en que la sociedad nace, se desarrolla y evoluciona exclusivamente por la afinidad existente entre sus miembros, es decir, por lo que aquí hemos dado el nombre de atracción; a su vez, esta afinidad o atracción impulsa a las personas a dividirse en diferentes "clases sociales". Esta tesis es una de la columnas vertebrales del marxismo, quizás el más conocido y el más popular de los colectivismos de nuestra época, y en torno del cual se estructuran muchos de los otros colectivismos que copian sus dogmas fundamentales, sobre todo los económicos. El marxismo pone el nombre de "intereses de clase" a esas afinidades o atracciones que -según dicha trasnochada teoría-, impulsaría a las personas a unirse entre sí, en diferentes clases; de tal suerte que -sigue sosteniendo el marxismo- este impulso sería lo que determinaría la división de la sociedad en dos grandes clases sociales: la de la burguesía y la del proletariado. Ahora bien, lo característico de este agrupamiento clasista –siempre conforme al marxismo- es que la atracción o "interés de clase" no es una fuerza ni un impulso que surja del individuo, sino que depositan su origen en míticas "fuerzas materiales de producción" que a su vez –siempre según el marxismo- serían productos de la "evolución histórica". En otros términos, el marxismo ve al individuo como un títere del destino, un destino que lo conduciría ineluctablemente al socialismo.
La Escuela Austriaca de Economía se encargó de destruir la mitología marxista desde los primeros trabajos críticos de Carl Menger en Viena, Austria, en 1871, pasando por los de Eugen v. Böhm Bawerk, Ludwig von Mises, Friedrich A. Von Hayek, Murray N. Rothbard, George Reisman y muchísimos otros, desde entonces y hasta la actualidad. Nosotros mismos hicimos un humilde aporte en el mismo sentido[2]. De su lado, el filósofo K. R. Popper hizo otro tanto –si bien desde su propio enfoque- en su libro La sociedad abierta y sus enemigos. A fin de continuar esta exposición, daremos por sentado que el lector conoce la refutación al marxismo efectuada por dichos autores, caso contrario deberá remitirse a tales obras para poder comprender cabalmente a que nos estamos refiriendo en este momento.
La cuota de acierto del marxismo en el tema que en esta ocasión nos ocupa, es que es en parte correcto que la gente tiende a agruparse en función de afinidades o –como quieren llamarlo los marxistas- "intereses". Sin embargo, la cuota de error del marxismo consiste en que ello no origina de por sí "clases sociales" y mucho menos aun ni la historia ni el destino ni la evolución de misteriosas y míticas "fuerzas materiales de producción" tienen nada que ver en el fenómeno. Todo ello no solo es erróneo, sino como han demostrado sesudamente los autores citados antes, completamente disparatado, lo cual –además-, ha sido confirmado de acuerdo a los acontecimientos históricos devenidos con posterioridad a la fecha de la formulación de la profecía marxista. Ello invalida por completo al marxismo, ya refutado en el terreno económico por la Escuela Austriaca de Economía, también en el sociológico.
Si la gente se manejara exclusivamente de acuerdo a la atracción (de la manera que hemos explicado arriba) el progreso hubiera sido imposible, habida cuenta que la atracción nos impulsa a lo que vemos igual o parecido a nosotros, en tanto que la necesidad nos inclina a lo que vemos diferente a nosotros ; la innovación nace de la necesidad y no de la afinidad (atracción), en este caso, de la necesidad de mejorar ; en cambio la pura atracción hubiera dejado a la raza humana en el mismo estado en que se encontraba el hombre de la edad de piedra ; esto es así dado que la experiencia más elemental nos lo muestra en el mundo natural y social, y así, por ejemplo los animales se agrupan en función de la atracción aquí explicada
3. Las necesidades
Como surge de la definición del vocablo necesidad con el que comenzamos este título, bien podemos observar que las distintas acepciones del término se refieren indistintamente a todo tipo de necesidad, es decir, incluyen a todos los seres vivos, sean animales, vegetales o humanos. Sin duda, los humanos compartimos cierto tipo de necesidades con animales y vegetales, pero además y -por sobre ellas- tenemos necesidades específicamente humanas, entre ellas –como ya lo señalara agudamente Ludwig von Mises- la necesidad de mejorar, o en términos misianos, la de pasar de un estado menos satisfactorio a otro más satisfactorio. Humanos y animales buscan –por ejemplo- por igual, alimentos, ya que la necesidad de alimentarse es una necesidad compartida por humanos y animales; la diferencia radica en que los animales buscarán siempre la misma cantidad y calidad de alimentos a fin de satisfacer su apetito del momento, sin embargo los seres humanos somos los únicos que aspiramos a alimentarnos cada día mejor (en calidad y cantidad). Los humanos somos los únicos seres del planeta Tierra que tenemos necesidades de dos tipos, inferiores y superiores. Compartimos las inferiores con los animales, pero las superiores son exclusivamente humanas.
El colectivismo que se centra en la atracción más que en la necesidad, como hemos dejado explicado arriba, si bien no desconoce esta última, al prestar su atención a las necesidades solo lo hace en las inferiores y no en las superiores, lo cual es sencillo de advertir. El colectivismo persigue la igualdad a toda ultranza, lo que ya de por si descarta cualquier tipo de mejora en la medida que si algo mejora en la sociedad colectivista ya deja de ser igual en relación con aquello que supera, lo que obligaría al colectivismo a que todo se mueva siempre en el mismo sentido y dirección ascendente, lo que –a su turno- anula el concepto mismo de mejora (lo igual no puede -por definición- ser mejor a otra cosa, porque de serlo dejaría de ser igual). El cambio uniforme (en ritmo y cantidad) que pretende el colectivismo para que todo sea igual a todo siempre, es fáctica, física y biológicamente imposible, es decir, es una teoría reñida con la realidad más obvia y elemental. El resultado es que la sociedad colectivista en poco se diferencia a una sociedad de hormigas o de abejas (en el mejor de los casos). Las sociedades animales son sociedades biológicas que se asemejan muchísimo a lo que es una sociedad colectivista en la práctica del mundo real.
[1] Para un mayor detalle de las diferencias entre el colectivismo y el individualismo véase mi libro Socialismo y capitalismo en http://ceefip.com/socialismo.htm
[2] Véase mi libro Socialismo y capitalismo en http://ceefip.com/socialismo.htm